Saramago y Eugenio Trías, doctores 'honoris causa' por la Autónoma de Madrid

El primero en recibir, de manos del rector de la Universidad Autónoma, Ángel Gabilondo, el birrete azul, el anillo de la Universidad, los guantes blancos, símbolo de la limpieza del espíritu; el libro de la ciencia, como símbolo de lo que hay que aprender y enseñar, y la medalla de doctor, fue el filósofo Eugenio Trías, quien agradeció el discurso laudatorio que de él hizo el profesor José Jiménez. "Eugenio Trías es una de las figuras más destacadas de la filosofía de nuestro tiempo. Su trabajo se sitúa en una tradición conceptual que nació hace veintisiete siglos en Grecia y pertenece a la generación que ha ido publicando obras en los últimos 30 años, a la que se la conoce…

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El primero en recibir, de manos del rector de la Universidad Autónoma, Ángel Gabilondo, el birrete azul, el anillo de la Universidad, los guantes blancos, símbolo de la limpieza del espíritu; el libro de la ciencia, como símbolo de lo que hay que aprender y enseñar, y la medalla de doctor, fue el filósofo Eugenio Trías, quien agradeció el discurso laudatorio que de él hizo el profesor José Jiménez.

"Eugenio Trías es una de las figuras más destacadas de la filosofía de nuestro tiempo. Su trabajo se sitúa en una tradición conceptual que nació hace veintisiete siglos en Grecia y pertenece a la generación que ha ido publicando obras en los últimos 30 años, a la que se la conoce como la generación de la democracia".

Jiménez recordó que el objeto de la filosofía de Trías era el límite como límite. "A partir de la experiencia del límite Trías constituye su evidencia metódica", precisó el profesor, al tiempo que recordó que las grandes pasiones del filósofo eran la música y la filosofía.

Eugenio Trías (Barcelona, 1942) en su discurso titulado "Música y filosofía del límite" avanzó lo que será su nuevo y extenso libro, que con el título de 'El silencio de las sirenas (Argumentos musicales)' recorrerá la aventura creadora de músicos como Monteverdi, J.S. Bach, Haydn, Beethoven, Schumann, Wagner, Schönberg, Stravinsky, John Cage, Boulez o Stockhausen.

La solemne ceremonia se celebró en el aula magna de la Politécnica, en un salón repleto de profesores, doctores, amigos y alumnos, entre los que se encontraban las familias de los dos nuevos doctores, la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regàs, Santiago Carrillo, doctor 'honoris causa' también por la Autónoma; el presidente del grupo parlamentario socialista europeo, Enrique Barón; Federico Mayor Zaragoza; el rector de la Universidad Pompeu Fabra, Josep Joan Moreno, y el embajador de Portugal, José Filipe Moraes, entre otras personalidades.

José Saramago (Azinhaga, Portugal, 1922) recibió el discurso de laudatio de boca del profesor Tomás Albaladejo, quien dijo: "Saramago dice que él no tiene poder de cambiar el mundo, pero que sí que tenía el poder de decir -y esta es una de las claves de su compromiso como escritor, cuyo instrumento es el lenguaje, la palabra- que es necesario cambiar el mundo".

Tras recordar el uso que el Nobel portugués hace de la alegoría y su atención constante hacia el ser humano, Albaladejo solicitó el grado de doctor honoris causa para el autor de 'La caverna' por "su compromiso, por lo mucho que nos enseña sobre el ser humano y sobre el mundo" y por su relación con la Autónoma.

Saramago fue en su discurso de la alegoría como género a la alegoría como necesidad y explicó como ésta se había convertido en una necesidad para él, y lo hizo a través de una de sus novelas 'Ensayo sobre la ceguera', un libro que marcó un antes y un después y con el que sintió que la alegoría había entrado en su trabajo plenamente.

"En 'Ensayo sobre la ceguera' -explicó- escribí un mundo en el que el respeto humano y la dignidad se perdieron. Para tal fin tuve que abandonar la metáfora de Stendhal, la del espejo al lado de la carretera reflejando lo que va pasando, y usar otro espejo, un poco plano, un poco convexo, en manos de un narrador ubicuo, presente en todas partes. No fui el primer novelista en proceder así, pero tuve la conciencia de que la novela tendría que ser algo más que una transposición literaria".

Saramago añadió que la novela poco a poco se ha ido abriendo no sólo al ensayo, sino también a la filosofía, a la ciencia, a la poesía o al drama. "La novela ya no es un género específico sino un espacio literario enorme. Es la suma de conocimientos, de intuiciones, experiencias, de percepciones. Los trazos del tránsito del ser humano en el planeta, restos, indicios, señales".

En definitiva, concluyó Saramago, "no invento nada, sólo soy alguien que se limita a levantar una piedra y a poner la vista en lo que hay debajo. No es culpa mía si de vez en cuando me salen monstruos", subrayó.