Reseñas de literatura infantil por Gustavo Puerta

Críticas de libros infantiles aparecidas en la revista El Cultural (distribuida con El Mundo), el 15 y el 29 de marzo   Historias de Winny de PuhA. A. Milne, ilustraciones de Ernst H. ShepardMadrid: Valdemar, 2006. 416 págs. 12€(A partir de 5 años)Winnie de Puh no es una obra para leer en silencio, ni siquiera para leer en voz baja. Cuando un chaval tiene el nivel oportuno para acometer esta lectura por cuenta propia ya ha perdido la candidez y frescura necesarios para gozarla al máximo. Es probable que un adulto pueda disfrutar por sí mismo del libro pero sólo podrá participar de su maestría al leérselo en voz alta a un niño….

Por en Para libreros
Críticas de libros infantiles aparecidas en la revista El Cultural (distribuida con El Mundo), el 15 y el 29 de marzo
 
Historias de Winny de Puh
A. A. Milne, ilustraciones de Ernst H. Shepard
Madrid: Valdemar, 2006. 416 págs. 12€
(A partir de 5 años)
Winnie de Puh no es una obra para leer en silencio, ni siquiera para leer en voz baja. Cuando un chaval tiene el nivel oportuno para acometer esta lectura por cuenta propia ya ha perdido la candidez y frescura necesarios para gozarla al máximo. Es probable que un adulto pueda disfrutar por sí mismo del libro pero sólo podrá participar de su maestría al leérselo en voz alta a un niño. Entonces descubrirá los matices que imprime en la obra la entonación de cada personaje, el ritmo ágil y divertido de los diálogos, el sentido de las canciones insertadas y el vínculo profundo que hay entre la obra y un ritual que sirve de preámbulo a las "buenas noches".

Una vez que compartimos estas Historias advertimos otro rasgo que las distingue de otros clásicos susceptibles de ser leídos antes de dormir: la escritura de Milne ofrece intencionadamente dos lecturas: una, para el niño y otra para el adulto. El niño Christopher es a Winny lo que un padre es a su hijo o lo que un chaval es a sus juguetes. Por su parte Winny es un osito que, además de tontorrón, torpe y goloso, es aventurero, valiente y ocurrente. Como se observa, la obra abre un nutrido conjunto de referencias con las que el pequeño se puede identificar. Y también el adulto: la imagen de la perdida de la inocencia o del inexorable crecimiento del hijo no deja de ser un motivo de fondo que subyace en la lectura a la luz de la mesita de noche. Por último, destacar la magistral traducción de Isabel Cortázar y Juan Ramón Azaola.

 
Zap, un pez pintado
José Morán, ilustraciones de Paz Rodero        
Madrid: San Pablo, 2006. 55 págs. 6,15€
(A partir de 7 años)
Rodero literalmente se sumergió en el mar para captar desde dentro su luminosidad, despliegue cromático y dinámica armonía. Nos podemos quedar con la anécdota de que para ello tomó un curso de buceo, ató sus ceras a una lámina de acrílico y se sentó en el fondo marino buscando captar la mojada belleza. Sin embargo, tras este proyecto subyace algo más: una inquietud vital, un afán de ir más allá y un proceso muy personal con sus inquietudes y respuestas. Moran ha hecho suya esa reflexión aportando un texto en el que muestra dominio del lenguaje del libro-álbum y aporta su visión de la condición humana y divina.
Los logros narrativos y plásticos del libro, su hermosura y sutileza, son minusvalorados por una edición que no respeta su concepción como álbum y lo aprisiona en una colección de bolsillo escolar. Sin embargo, el mayor agravio no radica aquí. Las actividades pedagógicas que cierran el volumen traicionan el conseguido tono metafórico de la obra y, lejos de enriquecer la lectura, la banalizan e instrumentalizan. 

El pato y la muerte
Wolf Erlbruch                         
Jerez de la Frontera: Barbara Fiore, 2006. 32 págs. 15€
(A partir de 9 años)
Los protagonistas de esta alegoría ya habían aparecido en otros libros de Erlbruch. En la gran pregunta (Kókinos), la muerte respondía a ese interrogante vital con las siguientes palabras: «Estás aquí para amar la vida» mientras que, ante esta misma cuestión, el pato confesaba: «no tengo ni idea». Más allá de un cambio de vestuario, en ambas obras la muerte tiene un rostro amable, una presencia que refleja humildad y una sabiduría reposada que se expresa en el aprecio por las pequeñas cosas. El pato sí ha cambiado, no físicamente (aunque los niños más observadores puedan hallarlo más viejo y flaco); su cambio no es explícito. Sin embargo, al terminar de leer este maravilloso álbum descubrimos que ya encontró su propia respuesta a aquella gran pregunta.
Es probable que esta continuidad no haya sido desarrollada conscientemente por el autor. No obstante, es preciso señalar que sus últimos trabajos revelan una aproximación sistemática a la hora de afrontar temas filosóficos que trasciende el mero interés por la divulgación entre el público infantil y se enraíza en una reflexión muy personal que busca alcanzar y transmitir un conocimiento "claro y distinto".
Desde aquel topo que deseaba saber quien le había hecho eso en su cabeza (publicado por Alfaguara), pasando por ese niño que desea conocer qué sucede cuando todos duermen (Por la noche, SM) y, con mayor relevancia en la reinterpretación que emprende de El nuevo libro del abecedario del filósofo Karl Phllipp Moritz, la búsqueda de conocimiento alimenta las ilustraciones de Erlbruch y encuentra en el pequeño lector un interlocutor ideal que, a su vez , agradece que se lo tomen en serio.

El mejor amigo del perro
Gonzalo Moure, ilustraciones de Pablo Amargo          
Madrid: SM, 2006.
(A partir de 6 años)
La prosopopeya es la figura retórica que atribuye a seres irracionales cualidades de los hombres. Una adaptación de este mecanismo consiste en otorgarle al hombre características de otros seres vivos. Ambos han sido desarrollados en muchos cuentos infantiles, como Los Animales no deben actuar como la gente de Judy y Ron Barrett y ¿Yo y mi gato? de Kitamura, y su eficacia está garantizada por la comicidad y el cuestionamiento implícito que se generan al cambiar los roles animales y humanos o al establecer la analogía.
"Si los niños fuesen tratados como los perros, ¿cómo se sentirían?" es el motivo del cual parte este álbum. A primera vista, es una historia ingeniosa en la que el lector reconoce los comportamientos descritos y se identifica con la denuncia. Sin embargo, tras el humor y la cercanía del cuento subyace un mensaje ideológico y una forma de transmitirlo que merecen ser analizados con detenimiento y que, quizás por el elevado peso y mérito de las ilustraciones, podrían pasar desapercibidos.
Moure apela al sentimiento de culpa del lector infantil para que se adhiera a su tesis-denuncia. Su mensaje podemos resumirlo en los siguientes términos: «¿cómo te sentirías si te golpearan constantemente con el periódico (para que aprendas), no satisficieran tus necesidades mínimas fisiológicas, te encerraran en el balcón por las noches y en una jaula en agosto y, encima, se burlasen de ti? Eso es lo que le hacen a ¿todos/
algunos? animales domésticos». No queda claro qué es exactamente aquello que se denuncia, ¿se limita al maltrato de los animales o se extiende a la pérdida de la libertad inherente a todo animal doméstico? Por otra parte, la imagen que ofrece de la relación hombre-mascota es estereotipada, maniquea y, en definitiva, falsa, pues presenta el maltrato como generalidad y no como lamentables casos particulares.

El león que no sabía escribir
Martín Baltscheit                                
Salamanca: Lóguez, 2006.
(A partir de 4 años)
Una de las definiciones más acertadas de lo que es un paratexto es la que acuñó la investigadora Maite Alvarado: "Podríamos decir que el paratexto es lo que queda de un libro u otro tipo de publicaciones sacando el texto principal". La importancia del paratexto en la recepción del libro infantil por parte de su destinatario, el niño, y de los mediadores, padres, maestros, libreros y bibliotecarios, constituye una materia que merece ser tenida en cuenta a la hora de seleccionar sus libros e, igualmente, resulta esclarecedora cuando indagamos en torno a los criterios que llevan al chaval a escoger un libro y no otro.
La portada y la contraportada de El león que no sabía escribir emulan un sobre postal, con sus sellos pero también con las huellas que dejó el león cuando abrió la carta. Las guardas son un muestrario filatélico del correo de la selva que introducen los personajes y la ilustración de la portadilla sintetiza metafóricamente el argumento del libro. Así, los elementos paratextuales están concebidos de tal modo que incitan a la lectura del libro y al mismo tiempo enriquecen su calidad textual. Por detalles como éstos y por una meditada reflexión acerca de cómo contar una historia, en apariencias anodina, desarrollando nuevos sentidos en la interrelacion texto e ilustración, se consigue un inteligente, cuidado y divertido álbum.
 

La telaraña de Carlota
E. B. White, ilustraciones de Garth Williams
Barcelona: Noguer, 2006.
(A partir de 8 años)
Marc Soriano desarrolla con agudeza la distinción entre un clásico y un clásico infantil. El primero "es una obra tan bella y tan famosa que termina por explicarse en clase", se edita en ediciones escolares y, añadimos nosotros, todos la conocen y muy pocos la han leído. El segundo, en cambio, "es una obra tan hermosa, tan famosa y tan ajustada a los gustos y necesidades de los niños que jamás se la explica en clase". Además, agregamos, sobreviven a las descatalogaciones, a menudo en pequeños sellos editoriales, y cuando no tienen esta fortuna se mantienen vivas en las bibliotecas. Cada año, la industria cinematográfica se apropia de este patrimonio silente y reaparecen en nuevas y cuidadas ediciones de esos clásicos infantiles que preferían vivir modestamente lejos del mundanal ruido.
Periodista del New Yorker desde los inicios de la revista y premio Pulitzer, E. B. White tiene una perspicaz capacidad para retratar la idiosincrasia y peculiaridad de los personajes a través de sus diálogos, de interrelacionarlos en un mundo tan complejo como en ocasiones idílico y de equilibrar aquello que el niño anhela encontrar con lo inesperado. Sorprende, especialmente, el modo como integra reflexiones filosóficas y explicaciones naturales en la narración, siempre cautivando al lector y sin sacrificar la fluidez de la lectura. Es cierto que es tierno e incluso en la obra está presente el interés por transmitir un mensaje pero en ningún momento subordina la creación literaria a fines ajenos a ella, quizás por esta razón sigue siendo un clásico infantil que todavía se lee y disfruta fuera de la escuela.

 
Por Gustavo Puerta Leisse

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